Con el lanzamiento del primer grito seguido del llanto que oxigena nuestros recién entrenados pulmones, se inicia el proceso de aprendizaje.
Todo lo que aprendemos se presenta ante nosotros como un golpe de luz en los ojos, que no puede ser asimilado de un todo, sino que necesita ser incorporado poco a poco.
Contrariamente a lo que se creyó durante mucho tiempo, desde el mismo momento del nacimiento, el niño está absolutamente apto para aprender lo que llega a su cerebro a través de las sensaciones y percepciones primarias captadas por sus analizadores.
Del analizador auditivo, a partir de este momento, le llegará al niño una vasta información del ruidoso mundo que le rodea; del analizador visual recibirá impresiones de color y luz primariamente, y luego formas y tamaños; del analizador olfativo, los olores que le orientarán hacia su madre y el alimento; del táctil las sensaciones de frío y calor, de humedad, que le permitirá dar señales verdaderamente "sonoras" cuando se sienta "mojado".
En fin, a través de las sensaciones y percepciones que recibe de éstos y todos los restantes analizadores, el niño irá formándose un reflejo cada vez más exacto del mundo que le rodea; irá conociendo la realidad circundante dentro de la cual él mismo constituye un centro de atención, pues también aprenderá mucho de sí mismo.
El hecho de constituir éste, el primer eslabón o etapa del aprendizaje, su verdadero punto de partida--así como la sencillez de los conocimientos que él se adquieren, pues constituyen sólo una visión primaria, podríamos decir "superficial" de la realidad objetiva. Determina la denominación que hemos dado a la etapa, considerándola como etapa de aprendizaje primario.
No por ser inicial, sencilla o elemental, ha de ser ésta una etapa poco importante del proceso de aprendizaje. Precisamente su importancia radica en estas características. Recordemos que la calidad de una obra puede medirse desde que dan los primeros pasos en su ejecución; de la solidez y calidad con que se trace el proyecto, aún en sus líneas más generales.
Aunque el proceso de aprendizaje no se desarrolla igual en todos los niños, aún dentro de los límites normales. Es necesario establecer algunas líneas generales comunes a una gran mayoría para que sean tomadas como referencia. Partiendo de ello podríamos fijar los límites de la etapa, que se extiende desde el nacimiento hasta que, producto del desarrollo del lenguaje, el niño adquiere cierta independencia de expresión ( de 2 a 2 1/2 años).
Veamos de forma detallada, y a la vez simple, cómo debe desarrollarse normalmente el proceso de aprendizaje en la etapa, a través de sus resultados, o sea de las adquisiciones del niño en las diferentes esferas.